No lo vi irse. ¿Se habrá llevado los discos? Ana buscó entre los restos de ropa tirada los vestigios de un amor que justo terminó ayer. Y le daba igual. Solo que permaneció callada un buen tiempo. Llegaron las golondrinas como siempre ululan en primavera, pero desde la niñez todo se venía oxidando, como se oxidan las bicicletas en la casa de tus padres, en un garaje de los 80, cuando brillaron bajo tus pies, y la verdad que no fue lo mismo. Se había ido como se van los que vuelan, más allá de las manos del tiempo. Llegó el invierno y quedó clara la calle otra vez, igual. En la computadora sonaba la misma música. No volvió, no se volvieron a ver, él quedó en Madrid, recluido en la adolescencia, ella quedó en Nueva York, ni una palabra más.